Viernes 30 y Sábado 1.
Estos dos días son en su mayor parte de
viaje, por eso decidí relatarlos juntos, ya que la mayor parte de las horas
fueron en la ruta.
Empezó el viernes con mateada y café con
leche. Guille propuso un plan intermedio. Estuvo despierto a medianoche
pensando en otro lugar para parar, un poco más cercano que El Palmar y dormir
allí para seguir al otro día hacia La Plata. Buscó por internet desde su
celular, aprovechando el wifi de buen alcance que teníamos en el sector, algún
alojamiento en Empedrado, un pueblo de Corrientes. Es este un lugar de turismo,
promocionado por la actividad de la pesca deportiva. La idea era parar allí
dividiendo, como decía, el regreso en dos días y la conducción vehicular sería más
relajada. Estuvimos todos de acuerdo, ya que en verdad lo que nadie quería era
tener que armar las carpas por cuarta vez, por lo tanto alojarse en una cabaña
era bienvenido. Llamé a un par de lugares y finalmente me comuniqué con un
complejo llamado Posada de la Costa. Me atendió Estefanía y me informó el precio.
Lo consulté, todos aceptaron y reservé. Solucionado el regreso, nos
quedaba toda la mañana de ese viernes para recorrer por última vez el lugar.
Salimos de nuevo al montecito del mirikiná. Pudimos ver en una palmera un
águila negra. De regreso, atravesando las palmeras del estero Catalina,
Michelle me mostró la ratona grande. Regresamos al camping. Almorzamos lo que
quedaba: salchichas, queso, tomate y…salamines. Les cuento que a esa altura ya
nadie pasaba un bocado de salamín, puedo asegurarles que estábamos intoxicados
del mismo. Aún hoy, cuando escribo este relato y ya han pasado varias semanas de este viaje, me
cuesta sentir apetencia por una rodaja de ese embutido. ¡¡¡¡Hubo sobredosis
total!!!
Terminada la comida armamos todo y salimos a
las trece.
El regreso fue muy tranquilo hasta Formosa. Pero allí empezaba la obra de la ruta. Estaba tan mal señalizada que costaba encontrar el camino. Luego el asfalto era excelente. Pasamos Resistencia y atravesamos el Paraná ya de noche. Llegamos a Corrientes y de allí nos dirigimos a Empedrado que quedaba a pocos kilómetros.
El regreso fue muy tranquilo hasta Formosa. Pero allí empezaba la obra de la ruta. Estaba tan mal señalizada que costaba encontrar el camino. Luego el asfalto era excelente. Pasamos Resistencia y atravesamos el Paraná ya de noche. Llegamos a Corrientes y de allí nos dirigimos a Empedrado que quedaba a pocos kilómetros.
Es un muy lindo pueblo, con construcciones
del Siglo XIX muy bien conservadas. Tuvimos que ir hasta el final de la calle
principal, la cabaña estaba al lado del rio. Nos costó un poco en la noche pero
encontramos el alojamiento. Nos recibió la dueña del lugar quien nos acomodó en una
amplia cabaña de dos niveles. Le abonamos la estadía y nos instalamos para esa
noche. Luego fuimos a el restaurancito El Tropezón a comer milanesas de surubí,
las que estaban excelentes, y encargamos empanadas para el otro día. Finalizada
la cena, regresamos a la cabaña. Era esa la primera noche fría del viaje. Me di
una ducha encantadora, aprovechando un hermoso baño donde había dispenser de
jabón, champú y acondicionador. Al acostarnos tuvimos que apagar los equipos de
aire que nos proveían de calor porque hacían batifondo terrible. No recuerdo
nada más porque me dormí al instante.
El sábado amaneció con la música del
despertador de mi celular. Asomamos y encontramos una lancha gigante en la
puerta de nuestra morada. Por suerte había espacio para que, con algunas
maniobras, nuestros coches pudieran salir. Nos fuimos, luego del café, a
contemplar el Paraná. Estaba cubierto de una densa bruma. Algunos pescadores ya
habían partido con sus lanchas. Entre la niebla se veía un banco de arena
gigantesco. La corriente en superficie era tranquila, aunque se observaban los
remolinos que se armaban en las zonas de más profundidad. Luego de un buen
rato, y habiendo más luz decidimos partir. Nos despedimos de los dueños y
recorrimos el pueblo una vez más hasta la ruta.
El camino estaba cubierto de niebla, bastante
espesa todavía, por lo que decidí conducir a una velocidad máxima de 60 km/h.
Así, yendo despacito hasta que despejara llegamos a la estación de servicio YPF
de la Ruta 12, cerca de Saladas. En ese lugar, además de aprovisionarnos de
combustible, aprovechamos para probar los chipas que preparaban. Los muchachos
aprovecharon la parada para comprar unas tablas de madera en un puestito que se
encontraba a la vera del camino. Seguimos camino, y luego de unas horas, en el
Astra nos dimos cuenta de que no habíamos establecido el lugar donde parar. Yo
creía que iba a ser Mercedes pero vi que la jeep siguió de largo, luego se
perdió de vista. Lamentablemente los handy no son de utilidad en la ruta ya que
a una gran distancia no tienen alcance. Tampoco había señal de celular. La
cuestión es que la camioneta paró en Chajarí y nosotros al no verlos seguimos
la marcha. Terminamos encontrándonos en el medio de la ruta, en un lugar que me
pareció bonito para almorzar. Pero el resto ya se había devorado su almuerzo,
así que nos pasaron nuestra ración de empanadas y nos fuimos comiendo en el
auto. Fijamos el nuevo lugar de encuentro en Gualeguaychú y después en Zárate.
Fue en ese lugar la última reunión. Se pudo disfrutar un atardecer espectacular
atravesando el Brazo Largo. Con las primeras estrellas sonriendo desde el
cielo nos abrazamos como cierre a ese inolvidable viajecito. No sabemos si
fue la magia del chaco, pero todos habíamos coincidido, como por telepatía,
cada uno en su auto, con el próximo destino adonde viajaríamos el año próximo.
Para finalizar les dejo este video que preparé y que resume las sensaciones vividas en la región chaqueña. ¡¡¡Hasta una próxima travesía!!!
(Para verlo en buena calidad ir a configuración y seleccionar HD, ya que YouTube a veces lo muestra como el toor)
Para finalizar les dejo este video que preparé y que resume las sensaciones vividas en la región chaqueña. ¡¡¡Hasta una próxima travesía!!!
(Para verlo en buena calidad ir a configuración y seleccionar HD, ya que YouTube a veces lo muestra como el toor)
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