sábado, 19 de agosto de 2017

VIAJE CHAQUEÑO. DIAS 7 Y 8

Viernes 30 y Sábado 1.
Estos dos días son en su mayor parte de viaje, por eso decidí relatarlos juntos, ya que la mayor parte de las horas fueron en la ruta.
Empezó el viernes con mateada y café con leche. Guille propuso un plan intermedio. Estuvo despierto a medianoche pensando en otro lugar para parar, un poco más cercano que El Palmar y dormir allí para seguir al otro día hacia La Plata. Buscó por internet desde su celular, aprovechando el wifi de buen alcance que teníamos en el sector, algún alojamiento en Empedrado, un pueblo de Corrientes. Es este un lugar de turismo, promocionado por la actividad de la pesca deportiva. La idea era parar allí dividiendo, como decía, el regreso en dos días y la conducción vehicular sería más relajada. Estuvimos todos de acuerdo, ya que en verdad lo que nadie quería era tener que armar las carpas por cuarta vez, por lo tanto alojarse en una cabaña era bienvenido. Llamé a un par de lugares y finalmente me comuniqué con un complejo llamado Posada de la Costa. Me atendió Estefanía y me informó el precio. Lo consulté, todos aceptaron y reservé. Solucionado el regreso, nos quedaba toda la mañana de ese viernes para recorrer por última vez el lugar. Salimos de nuevo al montecito del mirikiná. Pudimos ver en una palmera un águila negra. De regreso, atravesando las palmeras del estero Catalina, Michelle me mostró la ratona grande. Regresamos al camping. Almorzamos lo que quedaba: salchichas, queso, tomate y…salamines. Les cuento que a esa altura ya nadie pasaba un bocado de salamín, puedo asegurarles que estábamos intoxicados del mismo. Aún hoy, cuando escribo este relato y ya han pasado varias semanas de este viaje, me cuesta sentir apetencia por una rodaja de ese embutido. ¡¡¡¡Hubo sobredosis total!!!
Terminada la comida armamos todo y salimos a las trece.



El regreso fue muy tranquilo hasta Formosa. Pero allí empezaba la obra de la ruta. Estaba tan mal señalizada que costaba encontrar el camino. Luego el asfalto era excelente. Pasamos Resistencia y atravesamos el Paraná ya de noche. Llegamos a Corrientes y de allí nos dirigimos a Empedrado que quedaba a pocos kilómetros.
Es un muy lindo pueblo, con construcciones del Siglo XIX muy bien conservadas. Tuvimos que ir hasta el final de la calle principal, la cabaña estaba al lado del rio. Nos costó un poco en la noche pero encontramos el alojamiento. Nos recibió la dueña del lugar quien nos acomodó en una amplia cabaña de dos niveles. Le abonamos la estadía y nos instalamos para esa noche. Luego fuimos a el restaurancito El Tropezón a comer milanesas de surubí, las que estaban excelentes, y encargamos empanadas para el otro día. Finalizada la cena, regresamos a la cabaña. Era esa la primera noche fría del viaje. Me di una ducha encantadora, aprovechando un hermoso baño donde había dispenser de jabón, champú y acondicionador. Al acostarnos tuvimos que apagar los equipos de aire que nos proveían de calor porque hacían batifondo terrible. No recuerdo nada más porque me dormí al instante.

El sábado amaneció con la música del despertador de mi celular. Asomamos y encontramos una lancha gigante en la puerta de nuestra morada. Por suerte había espacio para que, con algunas maniobras, nuestros coches pudieran salir. Nos fuimos, luego del café, a contemplar el Paraná. Estaba cubierto de una densa bruma. Algunos pescadores ya habían partido con sus lanchas. Entre la niebla se veía un banco de arena gigantesco. La corriente en superficie era tranquila, aunque se observaban los remolinos que se armaban en las zonas de más profundidad. Luego de un buen rato, y habiendo más luz decidimos partir. Nos despedimos de los dueños y recorrimos el pueblo una vez más hasta la ruta.

El camino estaba cubierto de niebla, bastante espesa todavía, por lo que decidí conducir a una velocidad máxima de 60 km/h. Así, yendo despacito hasta que despejara llegamos a la estación de servicio YPF de la Ruta 12, cerca de Saladas. En ese lugar, además de aprovisionarnos de combustible, aprovechamos para probar los chipas que preparaban. Los muchachos aprovecharon la parada para comprar unas tablas de madera en un puestito que se encontraba a la vera del camino. Seguimos camino, y luego de unas horas, en el Astra nos dimos cuenta de que no habíamos establecido el lugar donde parar. Yo creía que iba a ser Mercedes pero vi que la jeep siguió de largo, luego se perdió de vista. Lamentablemente los handy no son de utilidad en la ruta ya que a una gran distancia no tienen alcance. Tampoco había señal de celular. La cuestión es que la camioneta paró en Chajarí y nosotros al no verlos seguimos la marcha. Terminamos encontrándonos en el medio de la ruta, en un lugar que me pareció bonito para almorzar. Pero el resto ya se había devorado su almuerzo, así que nos pasaron nuestra ración de empanadas y nos fuimos comiendo en el auto. Fijamos el nuevo lugar de encuentro en Gualeguaychú y después en Zárate. Fue en ese lugar la última reunión. Se pudo disfrutar un atardecer espectacular atravesando el Brazo Largo. Con las primeras estrellas sonriendo desde el cielo nos abrazamos como cierre a ese inolvidable viajecito. No sabemos si fue la magia del chaco, pero todos habíamos coincidido, como por telepatía, cada uno en su auto, con el próximo destino adonde viajaríamos el año próximo.

Para finalizar les dejo este video que preparé y que resume las sensaciones vividas en la   región chaqueña. ¡¡¡Hasta una próxima travesía!!!


(Para verlo en buena calidad ir a configuración y seleccionar HD, ya que YouTube a veces lo muestra como el toor)


 

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