Un camión solitario
"¡Que bien dormí ! La noche estuvo fresca y yo estuve de lo más calentito debajo de las dos frazadas. Son las seis. Remoloneo unos minutos y me levanto. Empiezo a preparar los equipos para salir, los ubico en la mochila y me asomo a la noche. Todavía ni un rayo de luz del amanecer despunta. Siento el frío patagónico en la cara. Veo la Ruta 152 iluminada por las luces de mercurio, todo el pueblo duerme. Y claro, hoy es 1° de Mayo. Un camión solitario, muy solitario, avanza lento llevando pesadamente decenas de toneladas. Atraviesa todo a lo largo el pueblito dormido. El conductor me ve parado allí con ambas manos en el bolsillo. Le levanto una mano. Me hace un juego de luces. Son tres haces de luz, los dos primeros son cortos, el tercero más largo. Para él es un saludo, aunque sea mínimo, con alguien esta fría madrugada. Voy a la cabaña para calentar agua y llenar el termo. Para aprovechar al máximo las horas vamos a matear en los autos. Mientras espero el agua pruebo dos rodajas de dulce de membrillo.
Salimos con los autos para Lihuel. Dejamos Puelches. La ruta sigue oscura y, aunque el cielo se ve estrellado, a lo lejos hay una línea que separa el firmamento en dos partes: arriba las constelaciones y debajo la peor de las oscuridades. Me doy cuenta de que avanzamos en un plano, veo como la ruta se transforma en una recta perfecta. Puedo ver la luz roja del camión que había atravesado el pueblo, el del camionero que me había saludado. Se ve lejano, a muchos kilómetros, como un punto rojo, una gran estrella roja en medio de la densa oscuridad. El mate bien cebado me anima el espíritu. Abrimos un paquete de galletitas.
Se comienza a iluminar esta pampa con las primeras claridades, es la primera vez que la veo porque ayer llegamos de noche. Parece realmente infinita. Me ceban otro, me caliento las manos con el mate. Al fondo de este plano veo la sierra de Lihue Calel…. Ahora si confirmo mi temor, la línea que dividía el cielo en dos es un frente de nubes denso, gris, que avanza. Ni un rayo de sol atraviesa su interior. Las nubes son tan bajas que las cimas de las sierras quedan ocultas bajo la oscuridad. Seguimos marchando y nos metemos debajo de las nubes. No es muy lindo el panorama, pero al fin llegamos… y entramos al PN."
Parque Nacional Lihue Calel
Nos dirigimos de inmediato a la oficina de informes. Era poco antes de las ocho, los guardaparques nos recibieron y nos explicaron los caminos que podíamos tomar en nuestra recorrida. Dejamos los autos en el camping y emprendimos la que iba a ser la marcha más rigurosa de todo el viaje: caminar por el sendero peatonal bordeando la sierra. Eso nos iba a llevar la mitad de la jornada. La mañana estaba brumosa y fría, la lluvia parecía inminente aunque sabíamos que en este lugar las precipitaciones son escasas.
Comenzamos la caminata, a poco de andar escuchamos
al gallito copetón. Este animalito nos acompañaría todo el camino, por suerte es una especie muy
presente en el PN. Tiene un canto corto y potente, cuando lo hace más repetido
es fija que sube a algún arbusto y lo podemos ver. Sin embargo este sonido es
muy engañoso, cuando creemos escucharlo a la derecha el ave aparece por la
izquierda. Otras veces lo vemos
corriendo, atravesando el camino, como un verdadero gallito.
Nuestro compañero experto en botánica estaba frente a un arbusto, nos esperó un momento a que llegáramos y nos dijo que nos iba a mostrar “una curiosidad botánica”. Ahí nomás estaba la planta jarilla brújula. En esta especie vegetal el margen de la hoja queda hacia arriba, de esa forma las altas temperaturas del mediodía no le dan de lleno a la hoja evitando así perder mucha humedad por evaporación. En cambio, aprovecha bien la luz de la mañana y la de la tarde. Nos pareció por demás interesante el dato.
A medida que avanzábamos había que tener mucho cuidado con un par de plantas cuyas espinas podían desgarrar la ropa y provocar heridas de gravedad: la traicionera y el alpataco.
Traicionera |
La niebla continuaba
siendo densa. Detrás de ese velo blanco vimos un aguilucho común rondando por los aires,
seguimos y luego lo vimos posado en una roca, muy cerca de
nosotros.
En la parte más baja se forma un
cañadón muy angosto donde la vegetación arbustiva se eleva a unos cuantos metros
del suelo. Se pueden ver incluso caldenes. Ese es el sector más reparado del
parque y el elegido por muchos pájaros para anidar. Al pasar por un sector de
ese cañón estrecho, vimos en lo alto de la montaña un extraño agujero en la
roca. No sabíamos si era natural o artificial ya que se veía muy perfecto. Allí
pude ver una bandurrita chaqueña, el silvestrín, yal negro, halconcito colorado, curutié blanco, cabecitanegra
austral y gavilán ceniciento.
Silvestrin |
Bandurrita chaqueña |
Curutié blanco |
Halconcito colorado |
Yal negro hembra |
En un momento escuchamos una risa socarrona muy estridente y lejana. Levantamos la vista y a lo lejos vimos a la primera familia de guanacos. Estos camélidos se comunican entre sí con estos sonidos. Cuando nos vieron que avanzábamos en hilera por el sendero se quedaron quietos y se dedicaron a contemplarnos desde la seguridad de la altura.
Sierra
de la vida
A pesar de las múltiples interpretaciones que hay sobre la toponimia del término Lihue Calel, la que más me gusta, o en la que prefiero creer, es la que afirma que significa “sierra de la vida” ya que la presencia de estas sierras concentra el agua haciendo de este lugar un vergel en medio del desierto. En nuestro camino cruzábamos pequeños cursos de agua que lo atravesaban. Las sierras exprimen el agua de las nubes para hacerla deslizar por sus laderas tierra abajo. Puedo comprender entonces por qué los antiguos habitantes veneraban este lugar: les proveía de caza, de agua, de refugio. Entre estas rocas dejaron grabadas sus pinturas y una de sus colinas fue elegida como lugar solemne para el descanso de sus muertos.
A pesar de las múltiples interpretaciones que hay sobre la toponimia del término Lihue Calel, la que más me gusta, o en la que prefiero creer, es la que afirma que significa “sierra de la vida” ya que la presencia de estas sierras concentra el agua haciendo de este lugar un vergel en medio del desierto. En nuestro camino cruzábamos pequeños cursos de agua que lo atravesaban. Las sierras exprimen el agua de las nubes para hacerla deslizar por sus laderas tierra abajo. Puedo comprender entonces por qué los antiguos habitantes veneraban este lugar: les proveía de caza, de agua, de refugio. Entre estas rocas dejaron grabadas sus pinturas y una de sus colinas fue elegida como lugar solemne para el descanso de sus muertos.
Temblor
de la tierra
Tomamos después el camino que nos llevaría hasta las pinturas rupestres.
En esa área los cursos de agua
aparecían por doquier ya que era el sector más bajo. Caminábamos tranquilamente
disfrutando de la vista de esos pequeños arroyos cuando de repente la tierra
tembló y quedamos todos paralizados. Las vibraciones se sentían bajo nuestros
pies. Junto con ese temblor oímos unos golpes secos contra el suelo rocoso que nos
hicieron temer lo peor ¿Que terrible suceso estaba ocurriendo? No era el desmoronamiento de una roca sino el
avance enloquecido de un inmenso jabalí, que a pocos metros de nosotros inició
su huida atravesando el pajonal. Llegamos a ver su lomo gris y la imponencia de
su cabeza. Fue un instante y desapareció de nuestra vista, pero seguimos
escuchando sus potentes pisadas sobre la tierra varios segundos más. No
queríamos pensar lo que podría haber pasado si esa topadora hubiera venido de
frente hacia nosotros. Continuamos nuestro camino pero ahora un poco más atentos.
Pinturas
rupestres
Finalmente llegamos hasta una enorme roca donde los antiguos pobladores, tehuelches o araucanos, dejaron dibujadas imágenes
que aún perduran. Fue un momento de reflexión quedarse un rato mirando esos
garabatos inentendibles pero que significarían
la vida cotidiana de esas personas. Allí estaba su historia siendo observada a
través del tiempo por un humilde habitante del siglo veintiuno. A través del
silencio, en el marco de ese sistema serrano, establecimos contacto ellos y yo.
En ese momento yo sentía el mismo frío, veía el mismo sol, tal vez en el fondo
tenía los mismos pensamientos con aquellos hombres. Seguramente lo esencial de
la existencia fuera igual para ellos y para mí, tan solo nos separaba la
dimensión del tiempo.
Araña
pollito
Volvimos sobre nuestros pasos y llegamos a una zona donde la piedra rojiza se mostraba en todo su esplendor, cuentan que esta roca se originó hace casi 240 millones de años. Provenía del interior de la tierra, en forma de magma, ascendiendo a gran velocidad por la gran cantidad de gases retenidos y luego fue expulsada hacia el exterior a través de fisuras en la corteza.
Volvimos sobre nuestros pasos y llegamos a una zona donde la piedra rojiza se mostraba en todo su esplendor, cuentan que esta roca se originó hace casi 240 millones de años. Provenía del interior de la tierra, en forma de magma, ascendiendo a gran velocidad por la gran cantidad de gases retenidos y luego fue expulsada hacia el exterior a través de fisuras en la corteza.
En todo este trajín estábamos
entretenidos cuando tomamos cuenta de que era el mediodía. Una buena hora para regresar al camping y almorzar. Pegamos la vuelta y a los pocos metros
escuchamos el fuerte llamado de un compañero. Corrimos hacia donde él estaba pensando
que había visto al tan buscado puma. Cuando llegamos vimos el motivo de su
llamado. Una araña pollito macho buscando a una hembra cruzaba por el camino.
De más está decir que el hallazgo era interesante, pero de ninguna manera justificaba
semejante grito para llamarnos. Bueno para nosotros no lo justificaba pero si para nuestro amigo que sabemos de su pasión por el mundo de los arácnidos.
Amigo
zorro
Llegamos finalmente bastante cansados
al camping luego de caminar en subidas y bajadas toda la mañana. Hambrientos
nos sentamos y engullimos los sándwiches de milanesa y las empanadas de carne
fritas. Nos hizo compañía un zorro gris
que seguramente sería un visitante asiduo del lugar ya que, inteligentes como
son estos mamíferos, sabía que cuando había personas en el lugar había también
comida. Tal era su confianza en obtener este alimento fácil de nuestras manos que
no dirigió una sola mirada a las docenas de martinetas que caminaban tranquilas
alrededor de las mesas.
Lugar
de paz
Yo estaba con mi espalda muy mortificada por llevar durante toda la mañana mi mochila y mi equipo fotográfico completo. Por tal motivo decidí dejar el lente pesado en el auto y salir con el más ligero a recorrer una parte del sendero vehicular. Esa tarde la recorrida fue menos exigente. Uno de los amigos se fue con la camioneta a explorar caminos para hacer la nocturna. Los demás caminamos un par de kilómetros donde vimos una paloma cordillerana y un cacholote pardo. Continuamos así en subida un par de horas más. Llegamos hasta un lugar bastante elevado, desde donde podíamos contemplar el parque nacional hasta que la vista se perdiera en el horizonte. Nos sentamos al costado del camino y nos sentamos a tomar unos mates y a disfrutar del paisaje que teníamos ante nuestros ojos. Estábamos en una elevación del terreno, el tiempo había mejorado mucho y ya podía verse en el cielo sectores azules. Sentíamos la paz de ese lugar.
Buscando señal
Yo estaba con mi espalda muy mortificada por llevar durante toda la mañana mi mochila y mi equipo fotográfico completo. Por tal motivo decidí dejar el lente pesado en el auto y salir con el más ligero a recorrer una parte del sendero vehicular. Esa tarde la recorrida fue menos exigente. Uno de los amigos se fue con la camioneta a explorar caminos para hacer la nocturna. Los demás caminamos un par de kilómetros donde vimos una paloma cordillerana y un cacholote pardo. Continuamos así en subida un par de horas más. Llegamos hasta un lugar bastante elevado, desde donde podíamos contemplar el parque nacional hasta que la vista se perdiera en el horizonte. Nos sentamos al costado del camino y nos sentamos a tomar unos mates y a disfrutar del paisaje que teníamos ante nuestros ojos. Estábamos en una elevación del terreno, el tiempo había mejorado mucho y ya podía verse en el cielo sectores azules. Sentíamos la paz de ese lugar.
Buscando señal
Recordé que tenía que hacer algo indispensable. Me aparté del grupo, volví al camping y me fui hasta la entrada del parque en el auto para buscar señal de celular. Tenía que llamar a Sonia, la dueña de la parrilla, para encargar la cena. Pero resultó que no había señal en la entrada del parque como me dijeron, tuve que andar cinco kilómetros por la ruta para poder al fin hablar por teléfono. Me atendió la misma Sonia, me preguntó que apetecíamos para cenar. Le dije que pollo al horno con papas estaría más que bien. Encargada la cena llamé a Juanita para avisarle que le pagaría el total del alojamiento esa noche, ya que al otro día salíamos al amanecer para seguir nuestro viaje y ya no regresaríamos a Puelches. Luego de dejar todo arreglado, volví junto a mis compañeros.
La
nocturna
El día terminaba vertiginosamente,
los vuelos de los pájaros cruzando en el atardecer anunciaban la rápida llegada de
la noche. Comenzamos la recorrida nocturna. Primero fuimos por el camino
vehicular del PN iluminando con nuestros reflectores. No hubo demasiado
avistaje. Solo pudimos ver dos puntitos rubíes a los lejos a media altura, que
se elevaron de inmediato. Sabemos que era un atajacaminos, sospechamos tal vez
del ñanarca. Además vimos un zorrino pampeano. Luego
salimos del parque, cruzamos la ruta en medio de la noche y comenzamos a
recorrer un camino. Era una especie de U que nos
devolvería a la ruta. En ese trayecto pudimos ver solamente a una lechucita
vizcachera, oímos algo a lo lejos pero no pudimos identificarlo. Sin mayores
novedades nocturnas volvimos hacia Puelches.
Juanita
Llegamos por fin a nuestro lugar de
alojamiento. Lo primero que hice fue
ir a pagarle a Juanita a su negocio polirrubro. Eran $ 1200 justos. Una bicoca por dos noches para siete en un lugar acogedor y
muy limpio. Crucé la solitaria ruta, devolví un par de envases de cerveza en el
almacén contiguo y golpeé la puerta del polirrubro. La luz estaba apagada, pero
a través de los vidrios veía el rosto de Juanita en el fondo quien estaba
sentada a su mesa mirando televisión. Parecía que había terminado de cenar.
Entonces para no ponerme a golpear más fuerte dado el silencio del lugar la
llamé por teléfono. De inmediato vino a recibirme, encendió las luces de su
negocio y me hizo pasar. Juanita es una abuela muy pequeñita, su pelo de color
castaño está coquetamente cortado. Me impresionó las tupidas cejas de su cara,
su tono de voz es dulce y pausado. Me preguntó con mucha amabilidad como nos había ido. Le conté con
detalles y le interesó de sobremanera. Me recomendó también que visitara Casa
de Piedra y un pueblo llamado Gobernador Duval. Sin ninguna pausa comenzó a
explicarme las diversas técnicas que utilizan para el riego de los viñedos que
hay allí, con términos tan exactos que me sorprendió el conocimiento y el
interés de esta mujer. Supe después que había sido maestra rural.
Mientras le entregaba el dinero por el hospedaje que como suponía jamás contó, me puse a mirar el polirrubro de paredes naranjas. Había artículos de librería, juguetes, botones, medias, golosinas, herramientas, garrafas y varias cosas más que no tuve tiempo de apreciar. La despedí con un beso, me inspiraba mucha ternura esta mujer que dirigía un negocio y un hospedaje en medio de la pampa. Al cerrar la puerta la escucho que me llama con una elevación de la voz inimaginable para una abuelita. Vuelvo a entrar al negocio pensando que quería avisarme algo importante. Me pregunta, mientras tomaba una bolsita:
Mientras le entregaba el dinero por el hospedaje que como suponía jamás contó, me puse a mirar el polirrubro de paredes naranjas. Había artículos de librería, juguetes, botones, medias, golosinas, herramientas, garrafas y varias cosas más que no tuve tiempo de apreciar. La despedí con un beso, me inspiraba mucha ternura esta mujer que dirigía un negocio y un hospedaje en medio de la pampa. Al cerrar la puerta la escucho que me llama con una elevación de la voz inimaginable para una abuelita. Vuelvo a entrar al negocio pensando que quería avisarme algo importante. Me pregunta, mientras tomaba una bolsita:
- ¿Son siete ustedes verdad?
- Sí, Juanita.
- Entonces llevate caramelos para
todos, mañana va a hacer mucho frío en Lihuel Calel.
Dicho esto pasó sus pequeños dedos
por los huecos de un enorme caramelero, de esos que son de vidrio y que tienen
varios frascos abiertos, y llenó la bolsita. La cargó de caramelos de naranja,
de durazno, de leche y algunas gomitas. Tomé la bolsita agradeciéndole este
gesto y me fui cerrando suavemente la puerta de vidrio, mientras Juanita
apagaba la luz del negocio y se volvía a sentar a la mesa a seguir viendo su programa
de televisión. Atravesé de nuevo la oscura y solitaria ruta, emocionado por el
gesto de Juanita quien nos dio lo que podía como regalo para seguir este viaje.
Historia
de una foto
Entré a mi habitación, eran un poco
más de las diez y yo le había dicho a Sonia que estaríamos a las diez y media
para la cena. Veo a mi compañero fotógrafo que preparaba la cámara, lente y trípode dispuesto a
salir.
- ¿ Adónde vas amigo ?
- ¿ Adónde vas amigo ?
- Voy a sacarle fotos al puente, voy
a hacer una foto nocturna de larga exposición ¿Querés venir?
- Dale, me prendo.
Siempre había querido hacer una foto
de esas, además ya había visto el puente de hierro y pensaba hacerle alguna
toma al día siguiente.
Fuimos con el auto y nos pusimos frente al puente. Lo que teníamos que lograr era hacer la foto cuando pasara un camión de esos que vienen iluminados como una calesita para que alumbre la estructura. Teníamos que usar el disparo automático para no mover la cámara con los dedos. En ese tipo de disparo, primero se pulsa el disparador y luego de diez segundos se abre el obturador y se toma la fotografía. En el caso de una foto de larga exposición, debemos programar la cámara para dejar el obturador abierto unos cuantos segundos, todos los que dura el tránsito del camión por el puente.
Pasó uno lindo, pero calculé mal, el obturador se abrió tarde y me salió el puente iluminado por la mitad. Esperamos a que pasara otro pero nada sucedía. Era el 1 de Mayo y son muy pocos los camiones que se mueven en ese día. Los minutos pasaban y ya eran las diez y media. Yo pensaba en la cena que estaría lista, los demás con hambre, con sueño y nosotros buscando la maldita foto y los más malditos camiones que no pasaban. Mi amigo me decía que nos vayamos. Le dije que esperáramos un par de minutos más y si no pasaba nada huíamos. No llegó a pasar ni un minuto y de repente se oyó lejísimo, pero venía hacia acá, el sonido típico del motor diesel de esos formidables camiones de varias toneladas, acelerando a fondo.
Con la máxima adrenalina en nuestros
deditos, ya que sabíamos que era la última oportunidad, volvimos a enfocar el
puente y a corregir los parámetros. Calculamos que debíamos oprimir el botón
de disparo cuando el rodado pasara por una columna de iluminación que estaba
metros antes. El rugido del motor era ensordecedor,
pero para mí era el camión más maravilloso que había visto en mi vida.
Traspuso la columna y oprimí el botón de disparo,
siguió avanzando y cuando encaró el puente ¡ click ! se abrió el obturador….Entonces
las luces del camión comenzaron a recorrer toda la estructura de hierro,
filtrándose por cada ángulo, pintando con sus rayos cada centímetro,
iluminándolo todo en la noche oscura y dejando la estela de las luces rojas a
su paso para que todo se grabe para siempre en el alma de la cámara y en la mía
también.
Chocamos nuestras manos, la misión foto estaba cumplida. Esta es la sencilla historia detrás de una fotografía, guardamos los equipos y volvimos a las cabañas.
Vino
escondido
Todos estaban listos para ir a cenar. Había que cruzar nuevamente la ruta.
Todos estaban listos para ir a cenar. Había que cruzar nuevamente la ruta.
Dejando atrás la calma que había hace un
instante, el viento, señor de todas estas planicies, comenzó a soplar con
bastante intensidad.
Detrás de un enorme camión estacionado
estaba la parrillita donde cenaríamos. Vimos a través de su ventana que una mesa estaba ubicada en
el centro del pequeño salón de paredes verdes, con siete cubiertos puestos. Al
entrar saludamos a un grupo de parroquianos que cenaba en el lugar. La
calefacción a leña que provenía de un hogar ubicado a uno de los lados le daba
un confort especial a este comedor, dejando la ventisca fuera de sus límites. Enseguida llegó Sonia quien nos recibió con una amable sonrisa y
nos invitó a que nos sentáramos. Nos comentó la entrada: había vizcacha en escabeche
o lengua a la vinagreta. Le dijimos que trajera de ambas. Al mismo tiempo nos
invitó a servirnos las bebidas directamente de las heladeras que estaban en un costado. Un amigo se acercó a buscar un vino eligiendo entre los que estaban en una pequeña
bodeguita de madera. En ese momento uno de los lugareños le pegó el grito
diciéndole:
-¡Pida el vino que la doña tiene
guardado, que es mejor!
Al oír esto volvió a sentarse
y al regresar Sonia le dijo amablemente:
-Los señores la delataron, me dijeron
que hay un buen vino guardado.
Sonia sonrió y dijo que tenía un
Emilia de Nieto Senetiner, que no lo tenía en
exhibición porque era un poco más caro.
-No importa, traiga ese
buen vino por favor.
Pollo al horno y el Dr. Freud
Pollo al horno y el Dr. Freud
Los muchachos se sirvieron cerveza Heineken. Brindamos por ese día que finalizaba y acompañamos la bebida con
unos buenos bocados de las entradas. Muchos no habían probado la vizcacha, y
para colmo habían visto una de ellas vivita ese día. “¿Nos tenemos que comer a
una igualita a la que vimos?”, se preguntó desconcertado uno de los compañeros. Pero lo cierto es que el hambre no tiene contemplaciones. Luego de
comerla todos coincidieron en que estaba exquisita, lo cual abrió más nuestro apetito
para el plato principal. Sonia y su ayudante llegaron con tres formidables bandejas
de uno de los mejores pollo al horno con papas que probé en décadas.
Las horas iban pasando y los temas de lo vivido en estos días se iban sucediendo hasta divagar sobre asuntos diversos llegando hasta la interpretación de los sueños de Freud y hasta se mencionó a Lacan. Evidentemente el vino, la cerveza y el cansancio habían hecho su trabajo. Mientras debatíamos acaloradamente el dueño del lugar agregaba un enorme trozo de leña al fuego, manteniendo alejado al frío que a esa hora se pegaba en los vidrios.
Aproveché el momento para encargar a
nuestra anfitriona la comida para el día siguiente, en este caso iba a ser algo
sencillo ya que nos quedaban empanadas del día anterior. Unos sandwiches de
jamón y queso serían suficientes. Terminamos la cena con el postre: duraznos en
almíbar o ensalada de frutas con dulce de leche para todos. Le agradecimos a
Sonia toda su hospitalidad y en especial su sonrisa con la que nos hizo sentir
como en casa. Volvimos a la noche, otra cruzada a la 152, pero ahora con
unas copas encima. Menos mal que no pasaban autos. Esta vez íbamos a
entregarnos al mejor sueño de todos, ya que comenzó a llover y las gotas golpeaban en el techo de chapas a la vez que
el viento del sur zumbaba fuerte por todas partes.
Las horas iban pasando y los temas de lo vivido en estos días se iban sucediendo hasta divagar sobre asuntos diversos llegando hasta la interpretación de los sueños de Freud y hasta se mencionó a Lacan. Evidentemente el vino, la cerveza y el cansancio habían hecho su trabajo. Mientras debatíamos acaloradamente el dueño del lugar agregaba un enorme trozo de leña al fuego, manteniendo alejado al frío que a esa hora se pegaba en los vidrios.
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