Como estaba ya mi cuerpo acostumbrado,
amanecí casi a las seis para preparar todo. Hice mis bolsos y me fui con ellos
a cargarlos en el coche. Al llegar maldije con todas mis fuerzas ya que una
goma estaba pinchada ¿ Cuando habría ocurrido? De nada servía cuestionarse,
pregunté en la hostería donde estaba la gomería y por suerte quedaba a una
cuadra de allí.
Le puse al coche la rueda de
auxilio y fuimos con Martín a la gomería en una mañana de cielo clarísimo y
gélida temperatura.
Al llegar al sitio, que
identificamos solamente por la vista de unas ruedas de camión en la puerta, ya
que como en todo el lugar, no había cartel alguno, estacioné detrás de un
vehículo. Era un Renault 12 que estaba estacionado, había un hombre parado al
lado del coche con las manos en los bolsillos seguramente esperando a ser
atendido, a quien saludamos con un buen
día. Hubo casi tres minutos de silencio, nosotros al lado del individuo sin
decirnos nada, solo esperando, hasta que el hombre nos preguntó que
necesitábamos, ¡era el gomero!
Nos revisó el neumático y por
suerte no estaba pinchado, sino que la válvula de aire se había trabado al
darle aire el día anterior. Vuelta a colocar la cubierta volvimos a la hostería
con la buena noticia.
Emprendimos por fin un largo
viaje hasta la ciudad de Santiago del Estero.
A poco de andar por la ruta, al
pasar por la recta del Tin Tin se cruzó por delante del auto lo que estaba anhelando
ver hacía varios días: el gallito arena. Recordé entonces que nos habíamos
pasado dos días rastreando a este pajarito en nuestro viaje a Lihue Calel, allá
por el 2016. A veces buscamos por todos
lados a un animalito sin poder encontrarlo y en el momento menos pensado se
atraviesa frente a nosotros tomándonos por sorpresa. Afortunadamente estábamos atentos,
estacionamos el auto unos metros más adelante y fuimos a buscarlo en la estepa.
Enseguida lo divisamos caminando veloz entre piedras y arbustos, un verdadero
tapaculo con su costumbre de levantar la cola al caminar.
Comunicamos nuestro hallazgo a
los compañeros que iban más adelante, una vez que nos encontramos en una curva
para admirar la Cuesta del Obispo. Unos metros más adelante hicimos una parada
en una hermosa quebrada para almorzar, dando cuenta de los buenos sándwiches que
nos habían preparado en la hostería de Payogasta. Me fui un rato a recorrer un
curso de agua que descendía por la quebrada, mientras admiraba las laderas
cubiertas de cardones, serían los últimos que vería ya, como despedida del
Parque Nacional Los Cardones
Un poco más adelante Walter
encontró al espectacular y bellísimo pepitero colorado, tremenda ave.
Y también
vimos la monterita serrana.
Y luego de esos avistajes, le
pusimos marcha continua hacia Santiago, para lo cual nos quedaban varias horas
de marcha. En el camino el grupo puedo ver a las chuñas de patas rojas en un
lugar donde no casualmente se llama…Las Chuñas.
Pasamos por la ciudad de Metán
donde en un alto me compré un lindo mate de algarrobo. Luego Rosario de la
Frontera y de ahí por la ruta 34 que debo decir estaba en muy mal estado, hasta
llegar con las ultimas horas a la ciudad de Santiago. Allí ubicamos el Hotel
Nuevo Bristol, donde ya nos esperaba Guille, quien había recorrido las Termas
de Rio Hondo.
Terminamos todos con una
gratificante cena en el hotel y por fin al sobre.
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