Era un viernes de octubre que había amanecido espléndido.
Partíamos y de nuevo se nos vaciaban los ojos de ciudad, porque nos íbamos en misión naturalista a tierras lejanas.
Elegimos Entre Rios, la tierra de ese gran hombre que un día decidió renunciar a la lucha, para recorrerla en busca de aves cantoras y colores camperos.
"Vaya tranquilo nomás"
La primera parada fue Villa Paranacito para dejar reservado el alojamiento.
El encargado del camping Top Maló nos cobró doscientos sesenta por un pernocte para dos en un sencillo pero muy confortable dormidero, y al paso le compramos una cerveza para la noche que escondimos en la enorme y oxidada heladera donde estaban las bolsas de hielo.
El encargado del camping Top Maló nos cobró doscientos sesenta por un pernocte para dos en un sencillo pero muy confortable dormidero, y al paso le compramos una cerveza para la noche que escondimos en la enorme y oxidada heladera donde estaban las bolsas de hielo.
Dejamos Paranacito y nos fuimos hacia Perdices, adonde siempre vamos con la expectativa de ver algo formidable.
Llegamos rápido y el lugar no nos falló: pudimos ver al inquieto capuchino pecho blanco. Estaba volando en bandaditas en torno a un campo cultivado con trigo. Queríamos meternos a explorar allí pero había hombres haciendo algo en el terreno de al lado y nos verían trasponer la entrada. Suponíamos que ambos predios serían del mismo dueño ya que estaban sembrados con el mismo cultivo.
Llegamos rápido y el lugar no nos falló: pudimos ver al inquieto capuchino pecho blanco. Estaba volando en bandaditas en torno a un campo cultivado con trigo. Queríamos meternos a explorar allí pero había hombres haciendo algo en el terreno de al lado y nos verían trasponer la entrada. Suponíamos que ambos predios serían del mismo dueño ya que estaban sembrados con el mismo cultivo.
Me fui hasta ellos y les pedí permiso para entrar en el fundo contiguo. Se sorprendieron por la pregunta, pero de inmediato me dijeron: "vaya tranquilo nomás".
Yo muy tranquilo no estaba ya que sabía que esos no eran los responsables del lugar, pero al menos tenía a quienes echarle la culpa si nos pescaban adentro. Entramos al campo y lo recorrimos, pero no volvimos a ver a los capuchinos en el trigal, es más, nunca los volvimos a ver. Como consuelo en cambio nos quedamos con una buena imagen de un cachilo ceja amarilla.
Yo muy tranquilo no estaba ya que sabía que esos no eran los responsables del lugar, pero al menos tenía a quienes echarle la culpa si nos pescaban adentro. Entramos al campo y lo recorrimos, pero no volvimos a ver a los capuchinos en el trigal, es más, nunca los volvimos a ver. Como consuelo en cambio nos quedamos con una buena imagen de un cachilo ceja amarilla.
Continuamos el recorrido.
A lo lejos, por los campos pelados y seguramente sembrados, volaban en pequeñas bandadas los batitúes.
Mucha aparición había del chotoy. Pude detenerme a escuchar bien su voz, la que para mí sonaba como una risa con gárgaras. Ese furnárido nunca se quedó quieto un instante para tomarle una foto, por lo tanto sigo sin imágenes buenas de esta especie. No como mi amigo que sacó contento una foto que él dice que es buenísima. Así que esperaré a que la muestre para dar el veredicto.
El que sí aparecía a cada instante como es su costumbre era el cardenal común. Este pájaro al contrario de tantos otros, no tiene problemas en mostrar su copete y posar un buen rato. A veces está en la tierra, a veces en árboles o alambrados. Nunca es veloz en su fuga. Pienso que es muy feliz al recibir al paisano que pasa por los senderos rurales. Es un gran amigo de ese hombre que tantas veces recorre solo estas distancias montando su caballo, acompañado por sus fieles perros. Me pregunté siempre que ideas cruzan la mente de esos caballeros que andan estas soledades. Nunca lo sabré con certeza, pero no me cabe duda de que la aparición repentina de estos duendecitos con cabeza roja alegra su vista cansada. Sus penas por un momento se van volando junto al rojo carmesí de sus copetes.
Infaltables
Vimos también, luego de ser alertados por su canto, a la siempre oculta choca corona rojiza.
¡ Y mejor aún ! entre otra enramada se asomó un ave de mejor porte y de ojos como rubíes. Era el cuclillo chico que saltaba de rama en rama para observar extrañado con los ojos bien abiertos a esos dos que marchaban a esa hora, con el sol bien en lo alto.
Entretanto seguiamos recorriendo veíamos a algunos infaltables tales como el chinchero chico, la cigüena americana, varillero congo y el sietevestidos
El chotacabra y las noches de luna
Ibase agotando la luz de ese día, a lo lejos se recortaban las ondulaciones entrerrianas contra el cielo apenas cubierto de nubes.
Encarábamos el regreso con la última luz del atardecer cuando nos topamos con un atajacaminos tijera. Era un macho, que con su larga cola volaba desde un alambrado hacia el suelo. Se quedaba aleteando allí. Estaba fingiendo estar herido para distraer a quien creía su predador, en un intento por proteger su nido. Fue todo un espectáculo verlo volar con su cola en tijera, ya que todavía una última luz del cielo tenue hacía visible su figura. Luego vimos a la hembra, la que tiene la cola más corta.
Esa noche, y en ese lugar, un gran número de estos chotacabras pudieron ser vistos por nosotros.
Esa noche, y en ese lugar, un gran número de estos chotacabras pudieron ser vistos por nosotros.
Les cuento ahora algo que leí sobre los atajacaminos, y que es muy interesante. Hay un mito desde los tiempos de Aristóteles que dice que estas aves succionan la leche de las cabras durante la noche. Esa creencia, muy arraigada en el viejo mundo, se debe a que el ave caza insectos cerca del ganado con su boca enorme, que les aseguro es muy grande. Y eso despertó la imaginación de los hombres, que la creían ver succionando las ubres del ganado. Por esa razón se los llama en otros lugares con el nombre de chotacabras.
Lo que es cierto es que dependen de la vista para detectar insectos. Tienen unos ojos muy grandes para mejorar la visión nocturna. Al iluminar el camino, los detectamos rápidamente por el intenso brillo ocular rojizo-anaranjado que se observa desde muy lejos. El responsable de ese brillo en sus ojos es el tapetum lucidum, una capa que le sirve para reforzar el poder de la retina para captar la luz.
Como para que sea posible la visión necesitan algo de luz. Por tal motivo se alimentan en períodos muy cortos de tiempo, al atardecer y al alba. Cuando la noche es cerrada no pueden ver, por lo tanto no se alimentan, lo cual es una clara desventaja para ellos, ya que la mayoría de los insectos voladores están activos en plena noche. Como se ha estudiado, los atajacaminos detectan al insecto visualmente como siluetas contra el fondo del cielo. Por lo tanto el tiempo que tienen para alimentarse suele ser muy breve: después que los insectos empiezan a volar al atardecer, cuando el sol se oculta, hasta que la luz se acabe completamente y luego brevemente hacen lo mismo al amanecer.
Pero una maravillosa excepción a este breve espacio de tiempo lo constituyen las noches de luna llena, donde la claridad del cielo nocturno es mucho mayor, y por lo tanto pueden cazar insectos toda la noche. Hubo estudios en el año 1985/86 en Norteamérica que descubrieron que algunos de estos caprimúlgidos hacían coincidir la cría con la luna llena, de modo que la hembra tiene mayor alimento disponible para sus crías y eso les daba una mayor chance de supervivencia. Además un mes después hay mejor chance para encontrar comida para los pollos y otro mes más tarde, las crías ya crecidas aprovecharán la luz lunar para aprender a atrapar insectos por sí misma.
¡ Una maravillosa utilización del ciclo lunar la de los atajacaminos !
( Fuentes: Enciclopedia completa de aves, Christofer Perrins, 2011, pág 311.
El Atajacaminos Coludo Macropsalis forcipata en Argentina: ¿una especie amenazada o en expansión? Alejandro Bodrati y Kristina L. Cockle, ver pag 49 sobre conducta con luz de luna.http://wordpress.neotropicalbirdclub.org/wp-content/uploads/2015/03/C34-Bodrati.pdf, )
¡ Una maravillosa utilización del ciclo lunar la de los atajacaminos !
( Fuentes: Enciclopedia completa de aves, Christofer Perrins, 2011, pág 311.
El Atajacaminos Coludo Macropsalis forcipata en Argentina: ¿una especie amenazada o en expansión? Alejandro Bodrati y Kristina L. Cockle, ver pag 49 sobre conducta con luz de luna.http://wordpress.neotropicalbirdclub.org/wp-content/uploads/2015/03/C34-Bodrati.pdf, )
Encuentro con un viejo amigo
La noche se cerró finalmente y partimos en la oscuridad hacia Ceibas, con la idea de ver otro animal nocturno.
Entramos al camino y a poco de recorrer en la noche lo vimos.
¡ Y era un viejo conocido !: el ñacurutú que había visto un año atrás, con estaba posado en un árbol, casi en el mismo lugar.
La noche se cerró finalmente y partimos en la oscuridad hacia Ceibas, con la idea de ver otro animal nocturno.
Entramos al camino y a poco de recorrer en la noche lo vimos.
¡ Y era un viejo conocido !: el ñacurutú que había visto un año atrás, con estaba posado en un árbol, casi en el mismo lugar.
Por desgracia se alejó rápido al vernos y nos impidió fotografiarlo, pero fue una gran alegría ese reencuentro. Como siempre, nos emociona saber que las cosas bellas siguen allí, que no desaparecen para nosotros si vamos en su búsqueda. Les dejo la foto de este individuo cuando lo vimos el año
pasado.
Picada y el lamento del alicucú
pasado.
Picada y el lamento del alicucú
Llegamos de regreso a Villa Paranacito, hicimos una breve recorrida por el pueblito más que nada para conocerlo porque nunca habíamos entrado.
Luego de pasear un rato volvimos a nuestro camping para cenar. Este lugar está lleno de lanchas, de un lado está el río Paranacito y en el otro lado hay una entrada de agua que más bien parece una inundación. En el medio de varias construcciones estaba una dos pisos que eran lo que los tilingos llaman los “dormis”, y que para nosotros son dormideros. Teníamos la habitación de abajo. El interior de la misma consistía en cuatro camas cuchetas y una mesa en un rincón con total ausencia de sillas.
Dejamos nuestros equipos y comenzamos a preparar la picada, había salamines, quesos, maníes y papas fritas. Crucé la noche atravesando el predio para buscar la cerveza que habíamos dejado, oculta de manos atrevidas, en el fondo de la enorme heladera de hielo del complejo. Estaba tan fría que parecía congelada. Disfrutamos la picada y solo faltaban un par de sillitas para estar más cómodos.
Luego de pasear un rato volvimos a nuestro camping para cenar. Este lugar está lleno de lanchas, de un lado está el río Paranacito y en el otro lado hay una entrada de agua que más bien parece una inundación. En el medio de varias construcciones estaba una dos pisos que eran lo que los tilingos llaman los “dormis”, y que para nosotros son dormideros. Teníamos la habitación de abajo. El interior de la misma consistía en cuatro camas cuchetas y una mesa en un rincón con total ausencia de sillas.
Dejamos nuestros equipos y comenzamos a preparar la picada, había salamines, quesos, maníes y papas fritas. Crucé la noche atravesando el predio para buscar la cerveza que habíamos dejado, oculta de manos atrevidas, en el fondo de la enorme heladera de hielo del complejo. Estaba tan fría que parecía congelada. Disfrutamos la picada y solo faltaban un par de sillitas para estar más cómodos.
Afuera hacía bastante frío por lo tanto mejor era cenar adentro. Mientras comíamos escuchábamos en la noche a la lechuza de campanario y un alicucú más cerca. Como éste no cesaba en su lamento lo buscamos y lo fotografiamos.
Consejo: probar antes la cerradura
Terminada la picada, con una fruta o un turrón como postre nos dispusimos a dormir. Les doy ahora un consejo a todos, como si fuera un viejo vizcacha: antes de cerrar con llave la puerta de cualquier habitación donde se alojen, verifiquen si luego abre. Esto hay que probarlo por supuesto con la puerta abierta, girando la llave en un sentido y luego en el otro. Bueno: fue lo que no hice, porque cerré la puerta con llave y luego no pude abrirla. Comenzamos a buscar la forma de girar la cerradura, primero forzando la vuelta a lo bruto, luego intentando limar los dientes de la llave, hasta que al fin logramos destrabarla con un Victorinox. Por supuesto esa noche dormimos sin llave.
Terminada la picada, con una fruta o un turrón como postre nos dispusimos a dormir. Les doy ahora un consejo a todos, como si fuera un viejo vizcacha: antes de cerrar con llave la puerta de cualquier habitación donde se alojen, verifiquen si luego abre. Esto hay que probarlo por supuesto con la puerta abierta, girando la llave en un sentido y luego en el otro. Bueno: fue lo que no hice, porque cerré la puerta con llave y luego no pude abrirla. Comenzamos a buscar la forma de girar la cerradura, primero forzando la vuelta a lo bruto, luego intentando limar los dientes de la llave, hasta que al fin logramos destrabarla con un Victorinox. Por supuesto esa noche dormimos sin llave.