sábado, 31 de agosto de 2019

4000 kms. DIA 8. DIQUE LOS QUIROGA Y EL REGRESO


El siguiente día, el último del viaje, nos volvíamos a La Plata. Nos levantamos temprano y preparamos por última vez los bolsos. Nos fuimos a desayunar. Luego con Walter nos fuimos a buscar los autos que estaban a dos cuadras del hotel, ya que allí estaba la cochera del hotel Nuevo Bristol. En unos minutos, todo estaba listo para salir, solamente faltaba un pequeñísimo detalle: la gente del hotel nos reclamaba la devolución del control remoto del televisor de una de las habitaciones, que era donde yo había estado. Mis compañeros de alcoba me preguntaban si me habían entregado el objeto en la recepción al llegar. Yo no recordaba que me entregaran control remoto alguno, por lo que me puse a discutir educadamente al conserje que donde estaba mi firma en algún papel que acreditara haber recibido el adminiculo. Mientras esto hablaba, Osvaldo revisaba los bolsos, Martín y Michelle daban vuelta literalmente la habitación a ver si lo encontraban oculto en algún sitio. Los demás pacientemente nos esperaban. Los del hotel estaban dispuestos a cobrarnos el aparatito. Luego de varios minutos de pérdida de tiempo, viendo todos como se fugaba una mañana hermosamente soleada, me meto las manos en los bolsillos de la campera en un gesto de fastidio y a la vez de resignación.
Al instante mi mano derecha tocó algo duro al fondo del bolsillo. Era el control remoto. ¿ Cuando me lo habían dado? Inútil esforzarme en recordarlo, solo entiendo que lo recibí en forma mecánica, atendiendo a otra cosa. Como ni locos vemos televisión en el viaje era algo a lo que no le presté ni la más mínima atención.
Solucionado ese tema que nos demoraba salimos hacia el Dique Los Quiroga. Yo iba en la delantera siguiendo las indicaciones de Google Maps. Di la vuelta en un momento y veo que la camioneta ya no venía. Era por otro lado que había que ir. Llegamos al embalse que era verdaderamente enorme.
Luego de unos minutos nos reencontramos con Guille y fuimos hacia el norte, alejándonos de la represa unos cuantos kilómetros. Llegamos a un gran bañado lleno de vida. Había innumerable cantidad de patos.
Luego de aproximadamente media hora y luego de dejar los autos y continuar a pie rodeando esa laguna, avistamos a lo lejos al pato que veníamos a ver, el pato medialuna. Por suerte lo vimos ya que estaba muy lejos y enseguida se ocultó para no mostrarse más. No pude sacarle una foto, pero al menos capturé con mi cámara a esta cachirla.


Eran casi las 11 am, atrás había quedado la idea de hacer noche en algún lugar cercano a Córdoba, nos proponíamos volver directo a la plata, calculábamos doce horas de manejo, sin paradas de descanso.
Martin tomo el volante de nuestro vehículo, la idea era que conduzca hasta Rosario, y luego completaría yo el recorrido. Como les decía, para hacer más rápido el trayecto decidimos no parar a almorzar y  solo picar algo adentro del auto, mientras marchábamos. ¿Y que quedaba de provisión dentro del coche? Las sardinas!!!! Gran manjar por supuesto.
Con mucho cuidado me puse sobre las piernas bastante papel de diario que haría las veces de mantel por si caía algo de aceite, lo importante era preservar el tapizado. Una reducción de velocidad fue suficiente para vaciar en un costado de la ya desértica ruta el excedente de aceite de la lata. Luego el trabajo fue simple: con tenedor tomar una pequeña porción de sardina y ponerlas sobre una galletita. Después fui pasando esos exquisitos bocados a Martín y Michelle hasta que nada quedó. Para terminar, una fruta de postre  continuando siempre la marcha.
La ruta hacia Rosario transcurrió normalmente, hicimos el cambio de piloto y conduje sin descanso hasta la plata. Finalmente, llegamos a las tres de la mañana.
Un recorrido único que dejará imborrables recuerdos a todo el grupo. Y como digo siempre, hasta nuestro próximo viaje!!!