Este libro fue leído hace ya un
tiempito, digamos un año o más, y durante todo este tiempo no dejé de
recordarlo. En mi mente reververan sensaciones encontradas de horrores y
milagros, de amores intensos, de destinos y azares, de personas que son la continuidad
de otras personas.
Ruiz Zafón dibuja una
sorprendente Barcelona, mas no la ciudad de bellos edificios y paseos sino sus calles apartadas, describiendo allí las
alboradas de la gran urbe. Nos lleva a recorrer sus rincones sombríos, nos hace
respirar la pesada atmósfera de esa ciudad en los años de opresión del régimen
franquista.
“Las calles aún languidecían entre neblinas y serenos cuando salimos del
portal. Las farolas de las Ramblas dibujaban una avenida de vapor, parpadeando
al tiempo que la ciudad se desperezaba y se desprendía de su disfraz de
acuarela”
Y de entrada nomás, al comienzo
mismo de la novela, el autor crea para los lectores, para todos los que aman los
libros, un sitio fantástico que si existiese deleitaría visitarlo: un
cementerio de libros olvidados. Allí van a descansar los textos que no trascendieron,
soslayados en los anaqueles de las librerías. Libros que tal vez nadie leyó.
Es un edificio enorme, los
estantes con volúmenes llenos de polvo se distribuyen en galerías interminables,
un laberinto de libros donde es seguro perderse.
El objetivo de ese lugar es
rescatar para siempre cada libro, evitar su destrucción, salvarlo del olvido.
En la novela, un humilde librero
de un barrio de Barcelona le decía a su hijito Daniel, sobre los textos:
“Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo
escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez
que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus
páginas, su espíritu crece y se hace fuerte”
En el cementerio hay un cuidador
que vigila todo el tiempo: el viejo Isacc.
¿Será posible imaginar que alguien dedique por
completo su vida a esa soledad, rodeado de viejos libros, hablando solo con los
fanáticos de los olvidados volúmenes?
Como es ya común en varias novelas,
todo comienza por obra y gracia de la casualidad: el pequeño Daniel encuentra y
adopta un libro perdido entre los miles de ellos abandonados en ese universo
que recuerda a la Bibiloteca de Babel. Ese libro, pero más que nada averiguar
sobre su misterioso autor, un ignoto Julian Carax, es lo que dará comienzo a la
compleja trama que el propio Daniel, a través de los años, va a descubrir.
Vamos ahora al tema central de la
obra : el amor ( ¿cual otro merece ser el tema de todo libro?)
¿ Cuantas historias de amor atraviesan
esta obra?
Julián se separó un día de
Penélope, la amó luego por diecisiete años sin saber nada de ella. El
desconocía que ella había muerto meses después de que la viera por última vez. Todo
ese tiempo soñó con ella, pero la vida que había soñado no había existido.
Nuria amó a Julián por una
década, amó sin ser correspondida, y ese amor se llevó su vida.
Daniel casi de niño se descubre
enamorado de Clara, una mujer ciega casi diez años mayor que él. Era el amor
infantil por una mujer. Ese amor lo lleva a la peor frustración de su vida.
Luego, pasado el tiempo, Daniel
más adulto encuentra nuevamente el amor en Bea y ésta es el calco de Penélope a
quien amaba Julián.
Fumero amó desde el primer día a
Penélope, pero al no ser amado y ver en cambio que ella quería a Julián, cambio
su personalidad, haciendo de él un hombre siniestro, perverso, desalmado.
Hablé en un momento de destinos y
azares, y lo cierto es que toda la novela está marcada por las coincidencias,
hasta los objetos, como una pluma Montblanc del augusto Victor Hugo se enlaza
en una sorprendente cadena de casualidades.
Vuelvo al amor, y a las
conclusiones que me deja este libro.
El amor atrapa y para siempre,
los amantes quedan detenidos en su tiempo vital y la existencia no transcurre
para ellos. Quedan inmóviles en ese estado de alteración y sinrazón. Nuria,
atrapada por el amor a Julián, empezaba a creer que no era un hombre, era una
enfermedad.
“Temía que Julián se escapase de nuevo, que decidiera salir a la caza
de sus libros para quemarlos, para quemar lo poco que quedaba de sí mismo y
borrar definitivamente cualquier señal de que jamás hubiera existido. De tanto
temer, me olvidé de que me hacía mayor, de que la vida me pasaba de largo, que había
sacrificado mi juventud amando a un hombre destruido, sin alma, apenas un
espectro”
El amor dura por siempre para
todos los protagonistas, una vez que se ama en la vida se ama para siempre. Puede
haber sido fugaz, pero nunca desaparece del todo, siempre se lleva en algún
rincón del alma. Tal vez muchos años transcurran y el sentimiento parece
desaparecer hasta que un día un simple
recuerdo regresa el tiempo atrás, como cuando tocamos las gastadas hojas de un
libro olvidado, y nos volvemos a emocionar como ayer.
Un gran texto de este catalán,
una novela que se aposenta en el alma, que tiene suspenso, historias que se
cruzan y superponen, casualidades que como en toda la vida determinan el curso
de los acontecimientos y una prosa muy rica, cuyas palabras nos llevan a
recorrer la maravillosa ciudad de Barcelona. Un libro para leer, emocionarse y
disfrutar.